Manipuladores (continuación)

shinhy_flakes

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Miron
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Autómatamenete pedí disculpas y sin mirar, me corrí y me acomodé de manera tal que no tuvieran que molestarme más para poder pasar.

Saltaba de una hipótesis a otra, sin ahondar mucho en cada una, porque mi mente estaba ensañada en buscar pistas donde no existía ni la lógica ni la razón. Trataba de asociar al Omán con la luces… al calor que sentí en la zona de los tatuajes con la paz que me invadió, luego del avistamiento, pero aunque eran cosas reales… nada tenía sentido para mi.

De pronto… el teléfono me sonó… no reconocí el número, con lo que no atendí y solo me limite a cortar. No era mi costumbre atender llamados de gente a la que no le hubiera tomado su número con anterioridad.

Nuevamente sonó… y nuevamente corté.

Otra vez… y una cuarta, hasta que me cansé y si tenía tanta insistencia… de seguro me conocería, así que… - Corso!!.- dije mi apellido, como siempre que atendía un llamado, pero con un tono de voz… bastante enérgico, como para dejar bien an claro que me estaba cansando. - Eh… siempre atendés así?.- dijo la voz, que me parecía conocida, pero a que su vez el volumen bajo no me dejaba sacar bien la conclusión de quién era. - Quién habla?.- retruqué intrigado.

- Me resulta raro que siendo tan buen piloto… estés tan abstraído en tus pensamientos… eso me hace acordar a una persona que conocía que en lo suyo era un genio… pero que se colgaba en otros temas.-

- Ok…- dije y como no contestó… simplemente le corté.

Volvió a sonar el teléfono, con el mismo número.

- Me tenés los huevos llenos… mejor que no sepa quién sos porque no te van a quedar ganas de volver a romperme las pelotas!.- dije, disimulando el tono, por la cercanía de gente y cuando hago un vistazo general, con ese hastío de la gente que no puede hacer nada al respecto de un tema… lo veo a Diego, riéndose, acompañado de su mujer, sus dos hijos y de Ana María, misma que junto con su amiga se reían. - Venite a comer junto con nosotros.- me dijo.

Tarde en reaccionar y estaba entre ir y no ir, debido en gran parte… al papelón que había pasado con la mujer que no me quitaba la mirada de encima, mientras me sonreía con simpatía.

Los tenía a dos mesas de distancia, sobre mi izquierda y suponía que todo lo que me había obstruido la visual y quién me había pedido permiso para pasar… habían sido ellos.

Me levanté para ir a saludarlos y seguir camino, no por hacer el galán… sino porque entendía que tenía que seguir… algo me decía que tenía que seguir caminando por la calle Florida.

- … pero vení… sentante un rato!.- insistió el, mientras sentía la mirada de las dos mujeres.

- No, en serio que me tengo que ir…- - Pero adonde tenés que ir un sábado a esta hora… que no pueda ser demorado por un café… con tu mecánico favorito?.- retrucó el con su habitual simpatía y sentido del humor.

De la vergüenza, trataba de no mirar para mi derecha, lado en el que estaban las dos mujeres.

- No… en serio que no puedo…- dije.-… pero gracias igualmen…- - Pero adonde tenés que ir?.- me cortó.

Mandarlo a la mierda o mirarlo para el carajo, hubiese sido una muy buena opción… pero soy consciente de que existe gente a la cuál no podés hacerle algo así… simplemente porque cae muy bien.

Inspiré profundo y lo miré a el, en un principio y luego a las dos mujeres que estaban algo así como expectantes, pero disimulando al mismo tiempo.

Carina era una de esas mujeres que siempre tienen un aire fresco… diría radiante, como las futuras mamás. Era menuda, de cabello corto y morocho, que me recordaba a Araceli Gonzales en la banda del Golden Rocket pero, a diferencia de esta última, tenía los ojos de color miel. De cara con rasgos netamente europeos, sus ojos no eran capaz de disimular la ansiedad que tenía porque yo me quedara… a diferencia de Ana, que trataba de hacer de cuenta que no pasaba nada.

Era evidente que algo daba vueltas en el ambiente… que la química, como le dicen cuando las feromonas se revolucionan, estaba en ebullición. Finalmente y en virtud de comenzar un acercamiento real, decidí quedarme un rato, argumentando que el tiempo sería corto…

- Bueno… dale, pero solo un rato… - luego me senté junto a Diego y frente a su mujer. - Con vos estoy ofendida!…- dijo en broma ella.

- Porque?.- le pregunté sonriendo intrigado.

- No venís nunca a las reuniones que hacemos.- contestó.

- Ah… no, bueno… no soy un tipo muy sociable… soy demasiado… demasiado boludo…- dije asintiendo con resignación y generando la risa de Diego y la espontánea carcajada de Ana.

Carina se quedó mirándome. - Te dije que era un tipo tranquilo… más allá de que no lo parezca!.- agregó el marido.

- Como que no lo parezco.- dije mirándolo intrigado. Fue necesario eso para que el clima se distendiera y la charla se tornara más amena y llevadera, basándome en mi carácter bastante sumiso a la hora de socializar en un mundo que me era bastante extraño, en muchos aspectos.

Tanto Ana como Carina habían resultado ser muy amigas y se conocían al detalle, sabiendo de antemano las reacciones de cada una con respecto dela otra.

Otra cosa que me llamó la atención era como se relacionaban Diego y Ana… como si fuesen íntimos amigos… quizá demasiado íntimos, lo que me llevó a sospechar que algo había entre ellos. Se miraban… se tocaban, todo daba a entender que eran amantes… pero lo que me desconcertaba era que lo hacían muy evidente y a la vista de Carina, que parecía o no darse cuenta… o no querer verlo… o estar muy acostumbrada.

Como fuera, no me convencía ese trato y empecé a ver a Ana… como una mujer inalcanzable para mi y dentro de esa charla, en la que me sentí realmente muy cómodo, a pesar de mis conclusiones, seguía pensando en que había tenido que ver la imperiosa necesidad de salir a caminar por la calle Florida?.

Sería un designio que yo me los tenía que encontrar?... para que?... para ser el salvoconducto de Diego?... era por ese tema que Diego había dicho lo que dijo?... que Ana hablaba mucho de mi… o me estaba usando?.

Yo sabía bien que en las artes de relacionarme con la gente, no era muy bueno, así que estaba desde el vamos… en inferioridad de condiciones, cosa que no me gustaba. Por otro lado… sentía ganas de irme… tenía la necesidad de seguir caminando… pero esta vez como lo hacía todos los sábados…por Corrientes para el lado de Callao.

Si bien la charla estaba buena, la verdad era que me sentía extraño.

Hablaban de la reacción de ciertas personas… ante ciertos hechos… osea, era una típica charla de amigos que comentan sobre una fiesta y en donde otro no fue, en este caso era yo. Eso hacía que tuviera sentimientos encontrados… por un lado… algo de celos o envidia, por no participar de la conversación y por el otro… ganas de mandar todo al carajo e irme, porque ya… no me sentía cómodo. Finalmente y luego de un tiempo prudencial, me disculpé y me fui, no sin que tuviera que escuchar pedidos de Diego porque me quedara,mismos que ignoré. No soy de esos que se quieran hacer los rogados… pero cuando me veo que sobro… directamente falto.

Cuando salí del local… parecía que el aire me entraba a los pulmones con una fuerza increíble.

Por un momento me hizo recordar varios vuelos que llevé a cabo en los cuáles me sorprendía de haber aterrizado sano y salvo… como que me ahogaba ahí dentro… pero no me daba cuenta.

Escapar… caminar disimuladamente era lo que quería hacer. Me puse la campera y reencendí el cigarro y mientras lo hacía… me largué a reir como un estúpido, cuando caí en cuenta de lo ridículo que debía haber estado al actuar condescendientemente ante cualquier comentario que ellos hicieran. Si… totalmente estúpido.

Más… relajado, quizá, emprendí mi camino, subiendo por Corrientes y disfrutando de ese pequeño placer que era para mi caminar por una calle tan emblemática como lo era esa. Siempre hacía el mismo trayecto, yendo por la vereda donde daba el sol que, en esa época, era la más transitada debido al frío que hacía. Crucé la 9 de Julio y me pareció un recuerdo muy lejano y hasta olvidado, el momento que había pasado con Diego, su mujer, sus dos hijos a los que no ví porque estaban en el pelotero y con Ana.

Algo hizo que olvidara eso y me invadió una curiosidad por saber el porque de mi necesidad de caminar, primero por Florida y Luego por Corrientes. No sabía porque, pero asociaba todo con la noche en que las luces se comunicaron conmigo.

Aunque no podía desenmarañar nada y no lo haría por un tiempo, sentía en mi interior que las tres luces, la salida por Florida, mis sensaciones y hasta el encuentro con Diego y su familia… estaban todos bajo un mismo signo, como en una misma línea argumental o de tiempo.

Quería entender el porque… y cada vez me enterraba más en especulaciones que me llevaban a caminos sin sentido.

Necesitaba saber… y cada vez me nublaba más. Tanto iban y venían las cosas… tantas imágenes pasaban por mi cabeza, como fotos en flashes rápidos y repentinos, en donde la cara de muchas personas. Máximo, Ricardo, Gabriela (mi ex mujer), sus hijos, Diego… hasta Ana María, todos ellos se entrelazaban y mezclaban con hechos y acontecimientos que había vivido, de tal manera… que llegué a una sola y única conclusión, dejando de lado, solo por el momento, la posibilidad de que me estuviera volviendo loco… y todo se resumía a una sola pregunta…que más?. Si bien sabía y era muy consciente que mi historia había ayudado a muchos… que hice por gente, que no conocía, mucho más que demasiado… sentía que no era todo lo que podía dar. Como que muy dentro mío… yo sentía que estaba para más… pero el gran interrogante era… para que o cuanto?.

La primer deducción bastante lógica que saqué fue que no sería lo mío una relación amorosa.

Era incapaz de relacionarme en lo más básico de las relaciones humanas. Solo entablar una conversación con una mujer era para mi… una empresa muy dificil de llevar a cabo.Si eso era complicado… relacionarme quizá sería aún más.

De hecho… ya había tenido una experiencia y si bien tuvo sus buenas… definitivamente y como todo ser humano, al momento de una evaluación… pesaban más la malas. Analicé la posibilidad de volver a enrolarme en la ONU… total, en ese medio ambiente hostil yo me desenvolvía muy bien… pero también sabía que no quería ir… que pensarlo… fue solo eso, pensarlo… tenerlo en cuenta en un análisis… tratando de buscarle un sentido a mi vida.

También pensé en cambiar de trabajo o inclusive estudiar algo nuevo… como cocina… pero no, no me veían dentro de un rectángulo de acero inoxidable y de proporciones bíblicas.

Era un dilema que me hundía en la desesperación… de la cuál salía, curiosamente, al ver a cualquier mujer que se pareciera físicamente a Ana y eso algo tenía que significar.

Ana representaba para mi, en ese momento, el ideal de mujer. No era que Gabriela no lo fuera más… sino que se traba de otro ideal… el ideal que yo tenía de la mujer tranquila y apaciguada socialmente, de ese tipo de mujeres que son pacientes sin dejar de tener chispa y carácter, pero que básicamente entran en el común denominador de la mina que no resalta en una reunión… totalmente lo contrario a Ana que parecía ser una mujer con una capacidad de llamar la atención increíble, fundamentada en su torpeza… su preocupación por la misma y por corregirse… que la llevaba a cometer otras torpezas en pos de arreglar la primera y eso me enamoraba de ella… pero mi falta de tacto en las relaciones con gente común… me llevaba a adentrarme en mi mismo y no salir del cascaron que a modo de armadura había forjado alrededor mío.

Ana era divina… simpática pero en su atolondramiento, por ejemplo, había tirado dos veces, en menos de diez minutos… el mismo vaso de coca cola, que le dieron en el Mc Donald´s, que había cambiado de lugar… precisamente porque ya lo había tirado una primera vez… y a cada vez que lo había volcado… ella se mostraba insuficiente consigo misma y, mientras Diego, Carina e, inclusive los dos hijos del matrimonio, tomaban con naturalidad los hechos… ella se insultaba por lo bajo, mientras le pedía al vaso que nos e volviera a caer.

Eso me causaba simpatía… y hasta ternura… ahí, en ese momento en la mesa. Probablemente en lo cotidiano eso mismo cansara a cualquiera pero era algo que estaba dispuesto experimentar.

Sea como sea, la cuestión era que primero tenía que tratar de acercarme a ella, de la mejor manera posible, hablando desde todo punto de vista. Sabía eso y era consciente… pero al tiempo que aceptaba algunas cosas que debía cambiar… mis pensamientos parecían dar un giro de 180 grados y enfocarme en las casualidades que había encontrado en mi vida, durante los últimos días.

Caminaba sin prestarle mucha atención a algo. Me dí cuenta en un momento que era tanto lo que tenía en la cabeza… que si no paraba un poco… me iba a ir bastante mal. En la esquina de Parana y Corrientes… levanté la vista… inspiré profundamente y el aire que entró en mis pulmones, como lo había hecho hacía apenas un rato… me liberó de todo.

Sin darme cuenta había llegado hasta esa esquina y al cruzar la calle, veo en la vidriera de una librería… un libro que hablaba sobre fenómenos y sugestiones. No lo pensé y lo compré, con claras intenciones de ir a leerlo a un bar… el de la esquina de Callao y Corrientes.

Cruzando Callao hay un bar de vidrios grandes, que estaba casi vacío y en donde supuse, podría leer ese libro… que no era gran cosa, tendría una 100 páginas, que una editora independiente había impreso y cuyo autor había terminado en un manicomio. Café doble de por medio, me senté en una mesa, junto a la vidriera y que estaba lejos del cruce de las calles .

Siempre me había gustado leer y leí de todo, en inglés y en castellano. Ficción… ciencia ficción, novelas, biografías y autobiografías, ensayos… pero ese libro cuya catalogación hasta el día de hoy me resulta imposible de decir… cuando lo ví, supe que me aclararía las cosas, más allá de tratarse de algo… que rondaba lo metafísico. Básicamente se trataba de una descripción, basada en experiencias del autor, de lo que era una sugestión, relacionada con un fenómeno y citaba como ejemplo… el de los ovnis. El tipo decía que no dudaba de la existencia de inteligencia extraterrestre ni de que estábamos siendo observados… pero que las apariciones se debían, mayormente, a la necesidad de creer en su existencia… que a la real existencia de los marcianos, como el les decía. Que la sugestión nos llevaba a creer en cualquier cosa… que así como la mente domina al cuerpo, haciéndole sentir dolor y placer… la sugestión podría dominar nuestras vidas… de la misma forma.

Fue ahí donde saqué mi primer conclusión… sobre mi vida. Yo estaba siempre sugestionado conque el mundo normal era para mi muy extraño y tanto me había convencido que era para mi más fácil e aceptar perder una persona conocida que entender que alguien se pudiese sentir atraído a socializar conmigo, sea cuál fuere la intención y por ello me había bloqueado. Luego y en la misma temática… entendí que lo de las luces… había sido sugestión del momento de soledad que había tenido, basado en la experiencia de Ricardo.

Retomé la lectura y, en otro capítulo, el tipo trataba el tema de la sugestión en un tenor muy diferente y totalmente opuesto a como lo había hecho en el primer capítulo. Decía que la sugestión podía ser también una señal, a un nivel cerebral tan complejo que podía compararlo con la telekinesis y que se trataba de pistas o señales que nos daba la vida… por no decir… “alguien”.

En ese momento levanté la vista… porque me había tirado para atrás toda conclusión que había sacado. Insuficiente, respiré profundo y veo que por Callao cruzaba Ana María, caminando confiada, y a la que no había notado en el Mc Donald´s que estaba casi vestida igual que la vez que la encontré en el Paseo, con sus botas de media caña, un pantalón blanco, a diferencia del jean y su campera y gorro de cuero con bordes de piel.

Miraba para todos lados, como observando a la gente, cuando cruzamos miradas. Nos sonreímos y estuve bastante bien de reflejos, porque le levanté la taza de café, como saludo e invitación… y ella entró, aceptando.

Era momento de ver si el libro tenía o no razón.

Era mucho lo que me gustaba esa mujer y no quería dejar pasar el tiempo. No estaba seguro de adonde llegaría esa tarde… de hecho no sabía ni como encararla, pero cuando la contonearse para pasar entre las mesas, sonriendo… me dí cuenta que había tirado la taba y que por primera vez en mucho tiempo… debía poner las pelotas para conquistar a una mujer.

- Pero buenas tardes!.- dijo con simpatía, frenándose de golpe. - Hola… como te va?.- retruqué yo, levantándome para darle un beso en la mejilla y sentir, otra vez, su perfume. - Bien… sorprendida!.- - Por?.- - No se…- parecía no tener explicación al respecto y salió airosa con la más obvia de las excusas.-… no esperaba encontrarte acá.- La miré… - Bueno… pero estoy… te pido un café?.- - Bueno… dale.- aceptó, mientras se sacaba su campera y la dejaba en la silla contigua.

Fue ella la que llevó la charla adelante, diciéndome que Diego había pensado que me ofendí por algo y que estaba bastante mal, a lo que yo le respondí que no era así, que solo necesitaba salir a caminar porque quería estar en soledad. Fue ahí, donde la conversación empezó a ahondar en detalles de nuestras vidas… - … no, yo desde queme divorcié… casi ni tengo vida social…- le dije, mientras terminaba mi café.

- Ah no?... y porque?.- retrucó interesada. Hice un silencio en el que miré hacia la pared, lejana, que tenía enfrente, concentrándome en un estante que tenía botellas de vino, como buscando un punto de foco, para pensar bien que contestar. Ahí fue donde decidí encarar la conversación, como si ella fuese una amiga y no la mujer dela que me había enamorado a primera vista, porque en realidad se me hacía difícil hablarle. - En realidad… creo que me escudé en mi fracaso parano seguir adelante con mi vida.- le contesto.

- Como es eso?.- volvió a insistir en el mismo tono. - Claro… yo ya lo intenté… traté de formar una familia y me fue mal… así que hasta ahí llegaron mis mejores esfuerzos y…- - Pero… discúlpame la sinceridad Alejandro… pero eso es ser un cagón!.- Dio tan en el punto justo de mi problema, con una sola palabra, que me quedé mirándola… entre intrigado y simpático. Ella, con gesto de reproche, insistió en su postura. - Eso es ser cagón… te fué mal una vez… pero no quiere decir que siempre te vaya a ir mal… sobre todo en no querer conocer gente, no hablemos a nivel sentimental… pero Diego dice que sos un tipo genial… sin embargo, no te enojés, pero lo que ví hasta ahora… dice todo lo contrario.- - Ah si?...- retruqué y ella, sonriendo, asiente…siempre sin abandonar su tono de reproche.

- Si… no tenés que ocultarte porque te haya ido mal una vez… de eso se trata la vida… de seguir intentando!... de vivir y no padecer o sufrir.- Me quedé mirándola… - Creo que me va a gustar tenerte como amiga… puede que eso sea posible?.- le dije. - Pero como no… dijo condescendientemente.-… pero no te va a salir barato!.- luego rió.

Yo la seguí y mientras reí le pregunté cuál era el precio. - Primero… sé poco y nada de vos y como amiga, pero más como mujer, me tenés que poner al tanto de todo y cuando digo todo… es todo!... no se si me entendés?.- y acompaña sus palabras, abriendo los ojos y bajando un poco el mentón, en clara señal de advertencia.

Sin dejar de sonreír, acepto y pido por la segunda condición. - La segunda… - ahora es ella quién hace un silencio.-… quiero un pedazo de aquella torta de chocolate que me está llamado!.- dijo exageradamente, como solo las mujeres pueden hacerlo.

Me reí de nuevo, tratando de ocultar la sonrisa… - Bueno… dale, pedíla.- la animé. Cumplió con su propósito y luego de que el mozo volviera con una pequeña bomba para el hígado, mientras encaraba el primer bocado… - Bueno dale… te escucho.- dijo - Que querés saber?.- Se iba a meter la cuchara y se frenó en seco. Me miró y… - Alejandro… todo!.- dijo y se mandó, finalmente, el pedazo de torta. Inspiré profundo…levanté la cabeza para buscar al mozo y pedirle otra taza de café y luego… - Bueno… mi nombre lo sabés…. Me llamo Alejandro Corso… me hacés sentir como en una reunión de alcohólicos anónimos así.- le reproché.

- No importa…seguí.-me contestó. - Bueno… tengo 41 años… soy piloto de aviones, estoy trabajando en un empresa… precisamente como piloto de aviones de carga y estoy divorciado legalmente, hace 6 años.- Se hizo un silencio en el que ella, analíticamente me miraba, mientras terminaba de masticar la porción.

- Ok…- dijo.- el resumen estuvo bien… ahora quiero los detalles.- - De que?.- insistí. - De todo… TOOOODO!.- exageró. Ahonde y mentí, en muchos detalles, de mi vida en el exterior, diciéndole que había volado todo el tiempo en Lisboa, para una empresa de cargas. No le mentí, con respecto a mi relación con Gabriela ni con mi vida social y si, obviamente, no le dije de las luces ni nada muy certero y concreto en lo que se refería al trabajo. Para el momento de terminar yo con mi historia, ella lo había hecho con su pedazo de torta.

- Querés más?.- le ofrecí. - Nooo que voy a reventar como una vaca… no sé como voy a hacer para bajar lo que me llenó esto, durante la semana.- - Vas a un gimnasio?.- le pregunté. - Si… pero igual… antes me costaba poco mantenerme en línea… ahora!...- - Pero estás bien…- y me dí cuenta que había metido la pata.-… digo… te mantenes en línea.- La sonrisa que hizo, entre pícara y cómplice, me dejó claro que había hecho, sin quererlo, la primer observación sobre su estado… cosa que pareció gustarle. - Vas bien… estás socializando muy bien!.- dijo - Por?.- - Porque eso es lo que una mujer quiere escuchar de un hombre…- dijo agrandada.-… queremos que nos traten como reinas!.- Entendí que lo decía en serio… pero igual… - Me estás cargando… no?.- le pregunté serio. - Si…-. Contestó riéndose.- of course… bueno… pregunta… seguís enamorado de tu mujer?.- Intuí un doble sentido en su interrogante queme pareció bastante fuera de lugar, pero después me explico que no lo era tanto, ya que si yo seguía enamorado de mi mujer… difícilmente podría rehacer mi vida. Osea… nada queyo no supiera, pero era mi intención, ya quehabía logrado vencer mi estupidez y mi vergüenza, tratar de sondearla a ella.

Le dí mi opinión sobre las mujeres y que si bien Gabriela ya no me tenía pensando en ella, como mujer me gustaba, que me había enamorado y me había defraudado y que probablemente si podría sentarme a hablar con ella, pero no llegaría mucho más allá de una simple charla de amigos, porque el amor había desaparecido. - Si… pero puede volver.- preguntó a lo superada… casi descartando toda posibilidad que pudiéramos tener.

Pero creo que la soprendí… Inspiré profunda y pensativamente… - Sabés que no…- le contesté muy convencido.-… ya no…- - Estás seguro… mirá que donde hubo fuego…- insistió algo asombrada. - Si… ya se… cenizas quedan… pero no… me enamoró y me cautivó, si… no te lo voy a negar, pero también me defraudó… y creo que eso está por sobre encima de lo que sentí.- Cuando dije eso… ella pareció apenarse, no se por quién de los dos, pero la sonrisa dejó claro que ese era el sentimiento que tenía. Continuamos hablando y Ana adoptó una postura más… íntima, como que se acercó a mi, para mantener una conversación, en la que me enteré que era separada, con un hijo de 10 años, que tenía ya 36 y que pronto sería su próximo cumpleaños. Que era contadora en el estudio de su padre… que tenía tres hermanas, que también y gracias a dios tenía a los padres con vida, que conocía a Carina desde que eran chicas y que Diego era la representación del hombre perfecto… cariñoso, gracioso y simpático y ahí… fue donde la cagó.

Es decir… confirme que entre ellos había algo y que a la mina, por como hablaba, no había manera de luchar contra esa imagen.

Entonces decidí que era momento de despedirme de ella con un … “bueno… tengo una cena, así que me voy”. Fue así… de esa manera que la acompañé hasta donde había dejado su auto, un estacionamiento a media cuadra, para el lado del obelisco y me fui. Ví pasar el Honda Fit negro y lo ví frenar de golpe como a treinta metros. Cuando pasé cerca, ella me llamó… - Ale… para donde vas?.- - Tucumán y Reconquista.- le contesté, sin acercarme. Miró para adelante, como haciendo memoria y yo medio me reí… - Acá a 10 cuadras.- le aclaré, ya en la ventanilla del acompañante, que había bajado para hablarme.

- Ah…- dijo secamente.- bueno dale… subí que te llevo.- - No, está bien… - Dale, dale… subí que te llevo…- y nos quedamos mirando.- no me vas a decir que vas a rechazar el ofrecimiento a llevarte de una mujer… que encima es tu recíen nueva mejor amiga?.- insistió con tono gracioso. - No… está bien…- quería reforzar mi posición - Dejate de hinchar y subí, que no me cuesta nada llevarte!.- retrucó. Inspiré profundo y miré para el sentido de la calle, como si alguien me estuviese observando.

- Bueno… dale.- acepté. La guié para llegar a casa y a los 10 minutos estaba bajando del auto. Justo le sonó el teléfono y lo atendió, mientras yo me bajaba. La saludé en silencio y gesticulé un gracias y al irme, la escucho disculparse con quién la había llamado, para… - Ale… que tenés que hacer esta noche?.- me dijo al darme vuelta.-… me invitaron a un cumpleaños de una amiga… y me gustaría no ir… pero no me queda otra, así que quisiera, al menos… no ir sola… venís?.- - No, gracias… pero tengo una cena… que no puedo evitar.- le contesté. - Y después?.- insistió con esperanzas. Negué con la cabeza y los labios apretados, resignadamente. Arrugó la boca y me miró mal… para luego sonreir y decirme que sería en otra oportunidad.

Mientras se alejaba el Fit, me dí cuenta que me sentía con el ánimo rejuvenecido, Haber tenido, lo que para mí era toda una osadía y haberla invitado a tomar ese café… me había hecho ver las cosas desde otro punto de vista, sin tener en cuenta, en lo absoluto la insistencia de ella por continuar la salida. No es que me hiciera rogar… pero entendí que para no estropearla… debía darle tiempo al tiempo.

Ese sábado, obviamente, no fui a la cena… que no tenía, pero lo usé para reflexionar sobre todo lo ocurrido y me sentía realmente muy bien… y dormí como un angelito, bueno… ayudado un poco por unas cuantas cervezas. El domingo la pasé como todos lo domingos de mi vida… de solo, haciendo la mayor cantidad de nada posible. Sentado en uno de los dos muebles que había en el amplio living de mi departamento, miraba hacia el otro mueble… osea, miraba televisión. No había tenido tiempo… bueno, en realidad no me importaba que el living de mi casa estuviera tan desprovisto de mobiliario. No recibía a nadie y lo que necesitaba lo tenía cubierto… llámese lugar para dormir, tenía un gran somier, mi escritorio… como a mi me gustaba, un lugar donde conservar los alimentos y dos sillas para sentarme a una pequeña mesa… en el medio de una gran cocina.

Me había quedado viendo un programa, en el HistoryChannel, referido a los extraterrestres ancestrales, cuando me sonó el teléfono. En la pantalla el número no lo reconocía… pero lo tenía visto. Cuando hice memoria, caí en cuenta que quién me llamaba era Diego.

No hice distinción y lo atendí… como lo hacía con todos… - Corso!.- siempre decía con voz firme y clara, más allá de darle un tinte algo amenazador.

Lo primero que escuché fue su risa, algo silenciosa pero contagiosa. - Siempre atendés así?.- preguntó sin dejar de reir. - No… a veces.- le contesté más relajado. - Que choto…- agregó retomando su timbre natural de voz.-… che… no te enojaste ayer… no?.- - No, para nada… porque… parecía enojado?.- retruqué. - No… pero no hablabas mucho y después… de buenas a primeras te fuiste y…- - Tenía cosas que hacer… ya te lo había dicho.- lo corté. - Si… bueno…- e hizo un silencio en el que le adiviné que algo me quería decir… pero por algo no se animaba. - Diego… que vos me llames… desde ya es raro… pero que lo hagás un domingo…- Otra vez lo escuché reir, pero a las carcajadas, dándose cuenta de que lo había descubierto. - Si, no?… soy demasiado obvio.- dijo. - Si… que te pasó?.- Otro silencio, que duró menos, para luego hablar bajo… como que estaba siendo indiscreto.

Me dijo que en su casa estaba Ana María y que había ido especialmente para hablar con Carina, en privado y muy a los secretos. Que, fiel a su costumbre, las había espiado y había escuchado que Ana hablaba animadamente de mi… de como yo era y de como la había dejado deseosa, por rechazar la oferta de ir a una fiesta… cuando en realidad ella no iba a ningún evento, sino que era una excusa para seguir charlando… y algo más. La verdad… me cayó muy bien lo que dijo que ella había hecho y mejor… lo que yo hice, de cortarla en seco, como dejándole en claro que los tiempos los pondría yo… pero no por ser o parecer dominante, nada de eso… sino por ir despacio, para no cometer algunos errores ya cometidos.

Me pregunto si, en el caso de que surgiera, le podría pasar mi número de teléfono celular a lo que le respondí que no habría problema.
 
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