Una historia más #1

Elportu23

Gorecito
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Imagina el potencial oscuro que yace en lo más profundo del corazón humano, desatado si el libre albedrío no tuviera restricciones. ¿Hasta qué extremos llegaríamos si nuestras acciones no tuvieran consecuencias tangibles? ¿Qué estaríamos dispuestos a hacer si las repercusiones de nuestros actos no nos afectaran directamente? Esta reflexión nos confronta con el monstruo que todos escondemos en nuestro interior.

Pero, ¿alguna vez te has preguntado dónde y cómo podría manifestarse esta realidad? La respuesta se encuentra en el lugar donde nacen y mueren todos los dioses: la mente humana.

Bienvenido a mi reino, un lugar donde tomo el control de la voz de tu mente para dirigirme a ti y revivir mi historia a tu lado.




Aquella noche, el manto de la oscuridad cubría mi ser transformado, ajeno al cómo y al cuándo de mi metamorfosis. Solo sé que al despertar, emergí como el monstruo que siempre acechó en mi interior. Oculto tras un enmarañado tejido de engaños y una aparente docilidad, observo atentamente cada movimiento, cada susurro, cada gesto. No te equivoques al pensar que no estoy presente; mis sentidos abarcan todos los rincones, mis ojos y oídos son omnipresentes.

Nada escapa a mi vigilancia. Con una habilidad casi sobrenatural, detecto los murmullos que se tejen a mis espaldas y desenmascaro los oscuros secretos que yacen bajo las máscaras de quienes creí conocer. Me asombra la falta de precaución de la gente, pero supongo que eso me facilita las cosas.

"No lo soporto, no hace nada y quiere complicarle la vida a los demás". Tal vez tenga razón; sin embargo, ¿no debería ella haberse preparado antes para los exámenes? Mientras apagaba el móvil que inadvertidamente había dejado, anteriormente, grabando audio sobre la mesa cuando fui al baño y seguía mi camino a casa tras separarme de aquellos a quienes consideraba amigos.

"Bueno, al menos ella ya pagó por sus palabras". En el mismo dispositivo que había capturado las voces, se reproducía la imagen de la misma chica despojándose de sus ropas antes de sumergirse en la ducha. Esa imagen había sido mi deleite en incontables ocasiones; la elegancia con la que se despojaba de cada prenda y la manera en que las doblaba con cuidado antes de apartarlas, resultaba excitante.

Sin embargo, lo que más anhelaba de aquel vídeo eran los momentos en que ella exhibía sus pechos, modestos pero firmes en su lugar, sin importar su movimiento. "Desearía poder aprisionarlos", pensaba una y otra vez.

Aquella noche, como tantas otras, me sumergí en el sueño profundo y raro que a menudo evita mis noches. En él, me transformé en un espectro, capaz de atravesar la ciudad sin ser visto por las almas que la habitaban.

Sin ser consciente de mi propia voluntad, me vi flotando hacia la casa de aquella chica, cuyo vídeo había invadido mis pensamientos antes de dormir. Al acercarme, descubrí la luz del baño brillando en la penumbra. No pude resistirme; supongo que está en mi naturaleza ser así.

Traspasé la pared con la agilidad de un espectro y la vi, como tantas veces antes, despojándose de su ropa con parsimonia, revelando la lencería que escondía bajo ella. La primera vez que la vi fue un asombro, pues la prenda era elegante y sugerente a la vez.

Después de liberar sus senos de la prisión del sujetador, extendió su mano izquierda para deslizarlo, revelando aquellos objetos del deseo frente a mí. Sin pensar, mi mano se lanzó hacia ellos, y para mi sorpresa, el contacto fue real. Un simple apretón bastó para desencadenar su reacción abrupta. Un grito, seguido por su cuerpo acorralado en una esquina del baño, su mirada, lejos de ser la de un ciervo en los faros, reflejaba el temor de un animal asustado.

Al acercarme nuevamente, mi mano buscó su brazo, pero su rechazo fue aún más violento. Un grito ahogado escapó de sus labios mientras intentaba huir. Pero la puerta a la que se aferraba había desaparecido, reemplazada por una extensión de azulejos. Atrapada, sus manos abandonaron su intento de ocultar su cuerpo, implorando ayuda en vano en un espacio que parecía ensancharse para convertirse en su cárcel.

Con un movimiento rápido, la hice caer al suelo, su grito se desvaneció mientras su boca se abría en un silencio angustioso. Con cada intento de liberarse, parecía que el mundo entero conspiraba en mi favor, limitando sus movimientos, transformando la habitación en una trampa mortal para ella. La voz, ahora silenciada, no era más que un eco ahogado de su tormento.

Atrapada en mi dominio, sus extremidades extendidas, atadas metafóricamente a las esquinas de la habitación, ella yacía como una marioneta en mis manos, mientras yo, el titiritero oculto en las sombras, saboreaba el control absoluto sobre mi presa.

Sus gritos se intensificaron, pero la ausencia de sonido en mi mundo me permitió ignorarlos por completo. En cambio, mis ojos se posaron en las lágrimas que trazaban su sendero desde sus ojos hasta el objeto de mi deseo. Por tercera vez, extendí mi mano, ahuecando delicadamente su pecho izquierdo, y lo apreté ligeramente, sintiendo su firmeza y elasticidad bajo mis dedos.

Con movimientos expertos, mis manos danzaron sobre su piel, masajeando con precisión cada centímetro de su anatomía. La expresión de dolor en su rostro solo alimentaba mi sádico placer, mientras continuaba manipulando sus pechos con crueldad, disfrutando de cada gemido ahogado y cada convulsión que sacudía su cuerpo.

Mis dedos se deslizaron hacia sus pezones, pellizcándolos con fuerza y retorciéndolos sin piedad, provocando un tormento aún mayor en la joven atrapada ante mí. Su sufrimiento era como una melodía para mis oídos, un himno a mi poder y control sobre ella.

Sin detenerme, mi atención se desvió hacia su falda, y con un gesto indiferente, la levanté para revelar las bragas que ocultaban su intimidad. Su reacción fue de pura desesperación, pero mi foco estaba en el juego de seducción y tormento que estaba a punto de comenzar.

Con manos hábiles, acaricié su pierna, ascendiendo lentamente hacia sus muslos, cada avance provocando una lucha feroz por parte de mi cautiva. Pero su resistencia era en vano, y con cada centímetro ganado, mi dominio sobre ella se fortalecía.

Sin previo aviso, agarré con fuerza la parte frontal de sus bragas y las arranqué con suficiente violencia como para romperlas. "Material barato, las cosas se asemejan a sus dueños", pensé con desdén antes de centrar mi atención en el área rosada que se revelaba ante mí.

Con movimientos calculados, mi mano libre acarició su pierna, acercándose cada vez más a aquellos labios rosados que parecían resistirse a mi avance. Cada vez que estaba a punto de tocarlos, retiraba mi mano hacia abajo, aumentando la ansiedad y el temor en su rostro.
Sus estremecimientos ante cada acercamiento solo alimentaban mi deseo de dominación.

"Tranquila, no te haré daño", susurré con un tono casi burlón en su oído, pero sus ojos, llenos de temor, buscaban en vano a su captor invisible.
"¿Puedes escucharme?", preguntó con voz temblorosa, sin comprender completamente la naturaleza de nuestra conexión. Una bofetada suave pero firme la sacó de su confusión, y asintió con la cabeza, apenas capaz de moverla, pero dispuesta a comunicarse de cualquier manera posible.

"Interesante. Entonces, ¿por qué no nos divertimos un poco?" Volví a tomar sus pezones entre mis dedos, ejerciendo una leve presión que provocó un atisbo de pánico en sus ojos. "Juguemos un juego. Yo apretaré estos hermosos pezones, y tú no mostrarás ni una sola mueca de dolor, ¿entendido?"

"..."

"Vamos, será divertido. Si puedes soportarlo con una sonrisa, te dejaré en paz, ¿vale?" Mi tono llevaba una mezcla de impaciencia y autoridad, mientras retorcía uno de sus pezones en un gesto de advertencia. "¿Vale?" reiteré, exigiendo una respuesta.

Resignada, ella asintió lentamente. "¡Perfecto!" exclamé, sobresaltándola. "Ahora, por favor, sonríe para mí." Sujeté sus pezones una vez más, esperando a que forzara una sonrisa. Aunque tardó un poco, finalmente una sonrisa fingida adornó su rostro.

Comencé a aplicar presión gradualmente sobre su pezón izquierdo, observando con atención su reacción. Cuando frunció el ceño, la corregí de inmediato: "No frunzas el ceño, o me veré obligado a buscar otro entretenimiento".
La falsa sonrisa se amplió y cerró los ojos, intentando soportar el dolor que aumentaba con cada segundo. Mientras tanto, su pezón izquierdo fue sometido a una presión cada vez más intensa, pero ella mantuvo su compostura admirablemente.

Una vez satisfecho con su resistencia, dirigí mi atención hacia su pezón derecho, aplicando una presión aún mayor. Aunque las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, logró mantener su sonrisa falsa, desafiando mis expectativas.
Frustrado por su resistencia, aumenté la intensidad del tormento, retorciendo su pezón izquierdo con mis uñas mientras aplastaba su pezón derecho con más fuerza. Finalmente, su sonrisa se quebró, reemplazada por una expresión de dolor y miedo que alimentaba mi sed de poder.

"Has perdido el juego", susurré en su oído, disfrutando de la rendición de su espíritu.



Esa noche, perpetré actos indescriptibles contra esa chica, o debería decir, nosotros lo hicimos. Porque tú estabas ahí, observando en silencio, con el poder de detenerme, de ser su héroe. Pero como yo, llevas un lado oscuro que te mantuvo como testigo, sin apartar la mirada de la brutalidad que se desplegaba ante ti.

Pero no te sientas único en tu monstruosidad. Estoy seguro de que otros revivirán estos eventos en sus mentes y seguirán torturando a la pobre chica una y otra vez. La oscuridad dentro de nosotros es compartida, y sus consecuencias se extienden más allá de una sola noche de terror.
 
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