Hoy tuve la oportunidad de cenar con mi familia, algo que ocasionalmente hago por el hecho de ser alguien que jamás ha encajado, por ser muy retraída o hasta maleducada.
- Sisi, ¿Qué realmente quieres hacer con tu vida?
Preguntó una tía que tiene la costumbre de interrumpir mi tranquilidad al comer. Medite mi respuesta despacio, dejando los cubiertos a un lado del plato. Podía sentir las miradas de mis familiares esperando que dijera algo sin sentido o sarcástico.
- Me gustaría desaparecer, no hablo de morir, sino de irme de aquí. Abandonar el frío invierno que siempre nos atrapa, evadir las responsabilidades que tengo en el trabajo y no tener que responder sus preguntas.
- ¿Y por qué no te haz ido? Ya que no te gusta tu hogar, ni la familia que Dios te dió - Se atrevió a preguntarme.
- Porque es como hacer la cama - El resoplido de mi abuelo no hizo temblar mi siguiente discurso - Sabes que tienes una cama en la que descansar, quizás no es la más cómoda, ni tibia para mi cuerpo helado, pero es mía. Desordenada por las mañanas y noches, llego todos los días cansada a ordenar una cama que tiene frazadas pesadas y sucias, que me provocan picor en la piel, pero aún así la arreglo y me envuelvo en ellas tratando de animarme al pensar que es lo único que tengo y además debo ser agradecida por ello. ¿A usted no le gustaría tener otra cama?
Mi madre solo me miro decepcionada, quizás por comparar nuestra familia con una cama o porque nunca ha podido darme una vida con la que podré estar agradecida. A veces me alegro de no tener que verla por la noches, pero también a veces deseo que sus frías sábanas abracen mi espalda diciéndome que tengo un lugar en donde dormir.
- Sisi, ¿Qué realmente quieres hacer con tu vida?
Preguntó una tía que tiene la costumbre de interrumpir mi tranquilidad al comer. Medite mi respuesta despacio, dejando los cubiertos a un lado del plato. Podía sentir las miradas de mis familiares esperando que dijera algo sin sentido o sarcástico.
- Me gustaría desaparecer, no hablo de morir, sino de irme de aquí. Abandonar el frío invierno que siempre nos atrapa, evadir las responsabilidades que tengo en el trabajo y no tener que responder sus preguntas.
- ¿Y por qué no te haz ido? Ya que no te gusta tu hogar, ni la familia que Dios te dió - Se atrevió a preguntarme.
- Porque es como hacer la cama - El resoplido de mi abuelo no hizo temblar mi siguiente discurso - Sabes que tienes una cama en la que descansar, quizás no es la más cómoda, ni tibia para mi cuerpo helado, pero es mía. Desordenada por las mañanas y noches, llego todos los días cansada a ordenar una cama que tiene frazadas pesadas y sucias, que me provocan picor en la piel, pero aún así la arreglo y me envuelvo en ellas tratando de animarme al pensar que es lo único que tengo y además debo ser agradecida por ello. ¿A usted no le gustaría tener otra cama?
Mi madre solo me miro decepcionada, quizás por comparar nuestra familia con una cama o porque nunca ha podido darme una vida con la que podré estar agradecida. A veces me alegro de no tener que verla por la noches, pero también a veces deseo que sus frías sábanas abracen mi espalda diciéndome que tengo un lugar en donde dormir.